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Aproximación a la lectura de La verdad los hará libres,[1] desde algunos de sus principales núcleos temáticos
Ricardo Miguel Mauti
Ricardo Miguel Mauti
Aproximación a la lectura de La verdad los hará libres,[1] desde algunos de sus principales núcleos temáticos
Revista Teología, vol. 60, núm. 141, pp. 127-158, 2023
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires
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Resumen: El presente artículo intenta acercar a la lectura de la obra La verdad los hará libres, que la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina, ha realizado a pedido de la Conferencia Episcopal Argentina. Esta monumental obra que implicó a más de treinta autores y demandó cinco años de trabajo, tiene su historia y se presenta como un texto desafiante y complejo. El tema central gira en torno a la Iglesia Católica en la espiral de violencia en la Argentina entre 1966 y 1983. La sensibilidad que provoca esta trágica etapa de la historia argentina, en la que han muerto tantas personas, víctimas del accionar de grupos guerrilleros como del Terrorismo de Estado sistemáticamente instaurado por las FFAA, ha tenido a la Iglesia católica, en todos sus estamentos, como a uno de sus actores principales. Si bien los estudios sobre esta temática son innumerables y probablemente inabarcables desde hace ya varias décadas, la Iglesia católica como institución ʺseʺ debía y ʺleʺ debía a la entera sociedad argentina ʺalgunaʺ toma de posición frente a los hechos, a través de un estudio serio, reflexivo y autocrítico del lugar que implicó a la Iglesia entera en esta espiral de violencia. La desclasificación de los Archivos eclesiásticos en varios de sus niveles de gobierno dentro de la etapa estudiada, es uno de los aportes que ha posibilitado una relectura crítica de acontecimientos, instituciones y personas, en particular de la propia Conferencia Episcopal Argentina. Una obra de este calibre y magnitud justifica una ʺaproximación a la lecturaʺ. Lo hemos intentado siguiendo algunas opciones a través de dos vías: un elenco de ejes temáticos (1-4), y una selección de textos guía (5), que sirvan de estímulo a los lectores que pueden tal vez sentirse atraídos a recorrer con más profundidad el estudio y análisis de la obra.

Palabras clave: Iglesia Católica,Espiral de violencia en Argentina,Conferencia Episcopal Argentina,Archivos Eclesiásticos,Terrorismo de Estado,Víctimas.

Abstract: The present article tries to bring closer to the reading of the work The truth will make them free, that the Faculty of Theology of the Pontifical University of Catholic in Argentina has carried out at the request of the Argentine Episcopal Conference. This monumental work that involved more than thirty authors and required five years of work, has its history and is presented as a challenging and complex text. The central theme revolves around the Catholic Church in the spiral of violence in Argentina between 1966 and 1983. The sensitivity caused by this tragic stage in Argentine history, in which so many people have died, victims of the actions of guerrilla groups such as of State Terrorism systematically established by the Armed Forces, has had the Catholic Church, in all its levels, as one of its main actors. Although the studies on this subject are innumerable and probably incomprehensible for several decades now, the Catholic Church as an institution ʺhad and ʺleʺ owed the entire Argentine society ʺsomeʺ to take a position on the facts, through a serious, reflective study and self-critical of the place that implicated the entire Church in this spiral of violence. The declassification of the ecclesiastical Archives in various levels of government within the period studied, is one of the contributions that has enabled a critical rereading of events, institutions and people, particularly the Argentine Episcopal Conference itself. A work of this caliber and magnitude justifies an ʺapproach to readingʺ. We have tried following some options through two paths: a list of thematic axes (1-4), and a selection of guide texts (5) that serve as a stimulus to readers who may perhaps feel attracted to go through the study in more depth and Analysis of the work.

Keywords: Catholic Church, Spiral of violence in Argentina, Argentine Episcopal Conference, Ecclesiastical Archives, State Terrorism, Victims.

Carátula del artículo

Artículos

Aproximación a la lectura de La verdad los hará libres,[1] desde algunos de sus principales núcleos temáticos

Ricardo Miguel Mauti
Facultad de Teología. Pontificia Universidad Católica Argentina, Argentina
Revista Teología
Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, Argentina
ISSN: 0328-1396
ISSN-e: 2683-7307
Periodicidad: Cuatrimestral
vol. 60, núm. 141, 2023

Recepción: 23 Mayo 2023

Aprobación: 23 Junio 2023


Introducción

Dentro del amplio marco de memoria de los 40 años de la vuelta a la democracia (1983-2023) y los 50 años de la última dictadura militar (1976-2026) aparece esta obra preparada por la Facultad de Teología (UCA), como resultado de un largo, complejo y maduro camino que demandó cinco años de trabajo (2018-2023). Su punto de partida en 2012, señala el momento en que la Conferencia Episcopal Argentina, asumió como uno de los temas prioritarios en varias de las asambleas plenarias o en sesiones de distintos organismos de la misma, reflexionar sobre la actuación de la Iglesia en los años 70.[2] En 2017 la Comisión Ejecutiva de entonces (los obispos Ojea, Poli, Colombo y Malfa), propuso formalmente al decano de la Facultad Pbro. Dr. Carlos Galli, que la institución asumiera el servicio de realizar una profunda investigación histórica. En mayo de 2018 se constituyó la comisión directiva y se estableció que Mons. Jorge Casaretto fuera el enlace entre la Comisión Ejecutiva de la CEA y la Facultad. De este modo se puso en marcha el proyecto que incluyó a investigadores e investigadoras de la Facultad de Teología, especialmente al Departamento de Historia de la Iglesia y de otros Centros de Estudios.

Las páginas que siguen tienen la intención de ofrecer una «Aproximación a la lectura»,[3] a sabiendas que los lectores/as más o menos interesados deben enfrentarse a una obra, no solo cuantitativamente voluminosa (1805 pp. ambos tomos y más de 4000 notas al pie), sino cualitativamente desafiante, sea por el tema abordado, como por la multitud de figuras, hechos, acontecimientos y contrastes que intentan ser hilvanados desde una pluralidad de registros y miradas. El tema central enunciado en el título con una cita tomada del evangelio de san Juan se explicita en los subtítulos de los dos tomos: «La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina en 1966-1983» (T.1) y «La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al terrorismo de Estado 1976-1983» (T.2). En el prefacio del primer tomo, los obispos de la actual comisión ejecutiva de la CEA, refieren el porqué de la obra: «La intención y el objetivo de la investigación que tenemos entre manos ha sido buscar la verdad histórica en cuanto sea posible, de conformidad con el rigor del método histórico, evitando relatos parciales y apologías ideológicas».[4] Como es lógico pensar, una obra de esta magnitud, estructurada en 39 capítulos (ambos tomos), donde han participado 31 autores/as incluyendo 13 testimonios de obispos,[5] y que -por primera vez- recoge documentos desclasificados de los archivos de la CEA, Secretaría del Estado Vaticano, Nunciatura Apostólica y varias diócesis argentinas, puede brindar múltiples accesos. Hemos optado en esta «Aproximación» por dos caminos, sin desmedro que también otros puedan ensayarse: 1) ofrecer un elenco de núcleos temáticos (1-4) con referencias textuales que permitan una visión del compendio de la obra en sus dos primeros tomos, como base y preparación al tercer y último tomo, dedicado a la lectura «hermenéutica» de los hechos estudiados;[6] 2) ofrecer una guía selectiva de los capítulos (5), siguiendo un método sincrónico, que atienda a un progresivo acercamiento intelectual, emocional y afectivo,[7] y responda de manera práctica a las expectativas de lectores/as urgidos por la curiosidad del tema, que podrán luego con el correr de la lectura sentirse atraídos por un estudio más pormenorizado. Unas breves conclusiones finales dan cuenta de algunas cuestiones que a juicio personal presenta la obra como interrogantes y desafíos hacia el futuro.

1. La historia de la Iglesia entre historia y teología

La obra estudia la historia de la Iglesia católica entre 1966 y 1983, en el que la sociedad argentina se precipitó en una espiral de violencia por la que murieron muchos argentinos. Fue un período donde hubo grandes transformaciones y conflictos en el catolicismo. Esta investigación que se ciñe a la historia de la Iglesia católica y no ingresa en el amplio campo de otras iglesias y confesiones cristianas en el país, estudia la actuación de la Iglesia en la esfera pública de ese tiempo, con una atención peculiar a la violencia política generada por los dos golpes militares, los grupos armados de izquierda y derecha, el terrorismo de Estado y las violaciones a los derechos humanos.[8] Este eje-temático de la obra tiene entre sus principales objetivos: presentar una forma de hacer historia anclada en una sólida tradición historiográfica; actualizar los pasos del conocimiento histórico; mostrar las relaciones entre cristianismo e historia; fundamentar la comprensión de la Iglesia en la teología católica a la luz del Concilio Vaticano II; entender la historia de la Iglesia como la de todo el pueblo de Dios en camino, con sus diversos miembros, comunidades e instituciones; articular el relato de la memoria y la investigación de la historia del país y de la Iglesia. La pregunta sobre si puede el historiador conocer verdaderamente hechos sucedidos en el pasado, enhebra la totalidad de la investigación. La historia trata de comprender personas, situaciones y acontecimientos particulares, y por eso, la verdad histórica fundada es siempre aproximativa, con más o menos certeza, y se dice de muchas formas. Si en otros saberes el progreso científico se orienta a construir un sistema mejor, el avance en la historia consiste en obtener una comprensión más plena y más penetrante de muchos sucesos particulares. Este es uno de los objetivos que se busca en esta investigación colectiva, eclesial y argentina.[9] ¿Qué razón justifica que la teología, ciencia de la fe, intervenga en comprender la historia? La obra fundamenta y practica una interpretación histórica y teológica de los acontecimientos. En teología, creer y pensar se recubren recíprocamente. El que cree busca y debe pensar; quien piensa puede y busca creer. El catolicismo toma distancia de quienes sostienen que el que cree no puede filosofar y el que filosofa no puede creer. Nada hay más alejado de nuestra posición teológica que la separación entre una racionalidad iluminista y una fe pietista. Surge entonces la pregunta ¿es razonable, pertinente y posible hacer lecturas de la historia civil y eclesial argentina desde la teología? En la Argentina de los años sesenta y setenta hubo distintas lecturas de los signos del tiempo. Se interpretaron los acontecimientos con distintos criterios históricos y teológicos. En la obra se citan experiencias y lecturas de los sucesos vividos, padecidos e interpretados por diferentes actores sociales y distintos miembros de la Iglesia. En ese momento histórico, varios teólogos argentinos mostraron, que se sentía la urgencia de encarnar la fe en los procesos históricos y leer la historia con una mirada creyente. Eso implicaba superar la escisión entre la historia de la salvación y la historia política. Los autores/as de la obra han debido enfrentarse a múltiples desafíos. Entre otros el que se enuncia como «la apología de la revolución purificadora». En efecto, el mito de la revolución no fue patrimonio de militantes de izquierda, sino que tuvo su peculiar interpretación en las Fuerzas Armadas. La militarización de la sociedad argentina se expresó, de forma dispar, en los golpes cívicos-militares y los aparatos represivos de 1930 a 1983, y en el desarrollo de la lucha armada como forma de práctica política durante el gobierno militar de 1966 a 1973 y durante el gobierno democrático de 1973 a 1976. Militares y militantes compartieron el imaginario revolucionario y la confianza en el poder de las armas a partir de ideologías distintas, pero con algunas bases comunes, como el mesianismo religioso y el nacionalismo político. En ambos sectores algunos mezclaron la política y la religión y «se luchó, se asesinó y se murió en nombre de Dios». Temas como estos, encierran profundas paradojas y exigen de las ciencias históricas y teológicas clarificaciones que ayuden a una aproximación lo más honesta y coherente posible con la verdad de los hechos. La representación histórica expresa la presencia de otro que ha vivido en el pasado y ahora está ante nosotros. La representación es el «tal como» sucedieron los hechos. En ese acaecer hay logros y fracasos, aciertos y yerros con repercusiones felices y tristes. Admitir esta realidad postula el derecho y el deber de interpretar y juzgar los acontecimientos según criterios que no sean meramente historiográficos, sino filosóficos, éticos, espirituales y religiosos. El pensamiento histórico incluye y supera la mera expresión narrativa o descriptiva. Los acontecimientos, variados y contradictorios, como los que expone esta monumental obra, reclaman un ejercicio intelectual lo más honesto posible para hallar sentidos y hacer valoraciones, aun de lo que resulta inexplicable.[10] (Error 1: La referencia debe estar ligada) (Error 2: El tipo de referencia es un elemento obligatorio) (Error 3: No existe una URL relacionada)

2. El indispensable conocimiento del contexto histórico

La obra pone al lector/a frente al ineludible conocimiento del contexto histórico. Resulta indudable que abarcar la totalidad de lo acontecido en la Argentina en las décadas de 1960 y 1970 es una tarea titánica. Innumerables escritos dan cuenta de los acontecimientos sucedidos, bajo distintas perspectivas y orientaciones. Aquí las opciones se limitan a realizar una sucinta narración de ciertos aspectos nodales. La dicotomía peronismo-antiperonismo -aun cuando existieron otras opciones- y sus numerosas manifestaciones de violencia política, resulta la clave inexcusable desde donde comprender la historia política del siglo XX. Cuándo y por qué empieza exactamente la violencia en la historia argentina reciente es difícil de responder, pero sin dudas la conocida sentencia sobre la «violencia que engendra violencia» alcanza en nuestro país una absoluta y absurda confirmación.[11] Particularmente en Latinoamérica, el neocolonialismo surgido a partir de los años sesenta-setenta, procedente del imperialismo norteamericano -el panamericanismo promovido por el Plan Cóndor y la Doctrina de la Seguridad Nacional- o del soviético -el apoyo integral al castrismo cubano y, de su mano, a los movimientos insurreccionales del resto del continente- ocasionaron múltiples consecuencias. El saldo del enfrentamiento ideológico-militar entre bloques en nuestra región se manifestó en el retraso industrial -acentuación del modelo agroexportador sin reparar en verdaderas reformas agrarias- y económico -dependencia de grandes poderes económicos nacionales o internacionales-. Junto a ellos, la intolerancia cultural, es decir, la imposición de pensamientos hegemónicos con poder punitivo, originó el estancamiento educacional -una «parcialidad ilustrada»- y la ruptura social -entre sectores ideológicamente enfrentados- que hicieron imposible la reconstrucción de las naciones endebles. Esta pauperización cultural se expresó, finalmente en la ausencia de una cultura política: la existencia de gobiernos no democráticos -dictaduras civiles apoyadas por el poder militar, o directamente militares-, pseudodemocráticos -Cuba bajo Fidel Castro, Nicaragua con la familia Somoza o el Paraguay de Alfredo Stroessner- y/o con democracias precarias -los años sesenta de Brasil, Perú o Uruguay, entre otros-, que lejos de lograr la autonomía declamada, ocasionaron la subordinación respecto de las grandes potencias. Así, los países latinoamericanos se debatían entre Estados debilitados social, política y económicamente, golpes y asunciones de regímenes dictatoriales -en su mayoría de política nacionalista y economía capitalista- y el surgimiento de movimientos guerrilleros de liberación nacional, de estrategia foquista e ideología comunista, bajo el modelo principal de la revolución china y la incipiente revolución cubana. Argentina, aun con la dicotomía «peronismo-antiperonismo», tampoco logrará escapar de estas coordenadas de la política internacional. A modo de punteo de hechos históricos que irán configurando el marco de comprensión de los dos temas abordados en ambos tomos de la obra, pueden señalarse: el origen, ascenso y caída del «primer peronismo», desde la llamada «República imposible» (1930-1943) hasta la «Revolución Libertadora» (1955); el peronismo en tiempos de proscripción, desde la «Revolución Libertadora» (1955) hasta el fin de la «Revolución Argentina» (1973). En este marco, la inestabilidad democrática regional y los gobiernos de facto tampoco resultaron ajenos a la realidad nacional. En el transcurso de los diecisiete años de proscripción del peronismo -hasta 1973- se presenciarán cinco presidentes de facto (Lonardi, Aramburu, Onganía, Levingston y Lanusse), dos elegidos constitucionalmente (Frondizi e Illia) y uno «normalizador» (Guido). Los gobiernos constitucionales, fuertemente condicionados por las Fuerzas Armadas, estarán marcados por las crisis económicas, políticas y sociales, ninguno de ellos pudo completar su mandato de seis años. La ruptura definitiva de la paz social se registra desde el regreso de Perón (1973) hasta el golpe de Estado (1976). En efecto, el 20 de junio de 1973 casi dos millones de personas esperaron a Perón en el aeropuerto de Ezeiza. La organización del acto estuvo a cargo de José Ignacio Rucci (CGT), Lorenzo Miguel (62 Organizaciones), Juan Manuel Abal Medina (secretario general del PJ), Norma Kennedy (antigua militante de la Resistencia Peronista), y finalmente, el teniente coronel Jorge Manuel Osinde, a quien Perón le había confiado la custodia del palco. Antes que aterrice, y en su afán por garantizar el control del palco, jóvenes de la derecha peronista, se enfrentaron a miembros de la numerosa «columna sur» de la izquierda peronista, algunos de los cuales estaban provistos de armas cortas. El resultado fue de 13 muertos, 365 heridos e innumerables víctimas de torturas efectuadas por los grupos parapoliciales contra militantes de la «Tendencia revolucionaria». Finalmente, habiendo evidenciado la fractura del movimiento, Perón aterrizará en la base militar de Palomar, y en la necesidad de clarificar su posición, un día después llamaría a la paz y la conciliación, al establecimiento del orden constitucional y al diálogo entre los argentinos. Decidido a conducir los destinos del país, en la misma sede de la CGT y como aval a sus posiciones, Perón mostraba su preocupación por «toda esa muchachada apresurada […] a quien hay que decirle, como decían los griegos creadores de la revolución: todo en su medida y armoniosamente. Así llegaremos. No llegaremos por la lucha violenta, llegaremos por la acción racional e inteligente realizada en su medida y armoniosamente». Perón asumiría su tercera presidencia el 12 de octubre de 1973 con el fin de lograr la pacificación nacional y conciliación interna de sus seguidores, a través de una política de persuasión. Sin embargo, dos días después del acto eleccionario, un comando revolucionario (presumiblemente Montoneros), había asesinado al líder de la CGT, José Ignacio Rucci («Operación Traviata»), demostrándole al líder que aquella persuasión no estaba en las intenciones de sus más radicalizados seguidores. Para este entonces, se producen las primeras fracturas dentro de Montoneros -José Luis Nell y su esposa, Lucía Cullen- y el definitivo alejamiento del padre Carlos Mugica -asesinado en mayo de 1974-. Con la muerte de Perón el 1° de julio de 1974, el deterioro del Pacto Social que ya se venía desgastando enormemente, con su repercusión económica en el control de precios, el problema se plantearía de otro modo ¿quién sería capaz de lograr aquella reconstrucción nacional basada en la búsqueda de pactos sectoriales y políticos? ¿Quién lograría reconciliar a obreros radicalizados con sus representantes sindicales, a empresarios con trabajadores, a militares con la sociedad total? Y fundamentalmente ¿quién podría poner orden puertas adentro del movimiento, entre la derecha peronista y la tendencia revolucionaria? Los hechos demostrarán que nadie estaría a la altura de tales circunstancias. Con María Estela Martínez de Perón y su llegada a la presidencia acaso sin querer ni saber cómo ejercerla, alguien de su más estrecha confianza se convertirá en su mano derecha. Alejado del camino del diálogo y los consensos, comandado por el poderoso ministro de Bienestar Social, José López Rega, el gobierno responderá a la violencia con más violencia, instalando definitiva y orgánicamente en la Argentina un terror desenfrenado. La entrada en el infierno (1974-1976), estará marcada entre otros hechos por el inicio de una verdadera «caza de brujas», tanto entre gobernantes como en sindicalistas acusados de desviación «hacia la izquierda» en el movimiento peronista; esa persecución ideológica incluía desde intervenciones federales -en las provincias y los sindicatos- y «aprietes», hasta asesinatos perpetrados ciertamente en un marco de ilegalidad. López Rega será una de las figuras centrales. «El brujo» así conocido por su afición al esoterismo, había adherido a la logia masónica italiana Propaganda Due, y accedió a la cartera de Bienestar Social durante la presidencia de Cámpora (1973), y desde allí construyó «y sostuvo lo que se conocería como la «Triple A», Alianza Anticomunista Argentina (AAA). Según distintas fuentes, la Triple A, sería responsable de la desaparición de entre 600 y 1100 personas, entre estudiantes, artistas, religiosos, sindicalistas, políticos e intelectuales, entre los cuales estarían los asesinatos de Rodolfo Ortega Peña (diputado peronista de «la Tendencia», Alberto Curutchet (abogado defensor del ERP), Julio Troxler (subjefe de la Policía Bonaerense) y Silvio Frondizi (intelectual de izquierda y hermano del ex presidente) entre julio y septiembre de 1974. En cuanto a la lucha antisubversiva armada, a mediados de 1974 y luego de varios actos preparatorios durante los años anteriores, el ERP se había establecido en la zona de Monteros, Tucumán, con el objetivo de generar un foco revolucionario en el país. En febrero de 1975, la Presidente firmó un decreto ordenando neutralizar y/o aniquilar el accionar de elementos subversivos en el país, dando origen a lo que se conocería como el «Operativo Independencia».[12]En el marco de la capacitación brindada por los EE.UU a través de la «Escuela de las Américas» para el enfrentamiento ideológico y militar contra perspectivas marxistas (la «Doctrina de la Seguridad Nacional»), las FFAA utilizaron la táctica que denominaron «guerra contrarrevolucionaria», que incluía secuestros clandestinos, cautiverios tortuosos -con el fin de extraer información, particularmente, en el Centro Clandestino de Detención «La escuelita de Famaillá»-, desaparición de personas, incluidos dirigentes políticos, sindicales o estudiantiles con simpatías de izquierda y ajenos a la guerrilla tucumana. La notoria superioridad en número de las FFAA, lograron diezmar a los combatientes en poco tiempo, particularmente luego de los combates en las zonas de Manchalá (mayo de 1975) y de Arechal (octubre del mismo año). En este contexto se iniciará el terrorismo de Estado (1976-1983). En la mañana del 24 de marzo de 1976 asumió el gobierno una Junta militar conformada por los comandantes en jefe de las tres armas -teniente general Jorge Rafael Videla (del Ejército), almirante Emilio Eduardo Massera (de la Armada) y brigadier general Orlando Agosti (de la Fuerza Aérea)- designando al primero como Presidente de la Nación. Se inicia así el «Proceso de Reorganización Nacional» cuya normativa básica supraconstitucional, sostenía que sus propósitos eran «restituir los valores esenciales que sirven de fundamento a la conducción integral del Estado, enfatizando el sentido de moralidad, idoneidad y eficiencia, imprescindibles para reconstituir el contenido y la imagen de la Nación, erradicar la subversión y promover el desarrollo económico de la vida nacional basado en el equilibrio y participación responsable de los distintos sectores, a fin de asegurar la posterior instauración de una democracia republicana, representativa y federal, adecuada a la realidad y exigencias de solución y progreso del pueblo Argentino» (Junta Militar, Propósito y objetivos básicos para el Proceso de Reorganización Nacional, 29 de marzo de 1976). El golpe de Estado tuvo en el principio un consenso social general, apoyado tanto por empresarios, como de amplios sectores gremiales, políticos y eclesiales. Dejando al margen la consideración sobre la actuación de diversos miembros de la Iglesia católica, de la que trata extensamente la obra, digamos finalmente en este apartado del contexto histórico, que el golpe se llevó a cabo entre complicidades, complacencias y silencios, con el Régimen instaurado en 1976, con un sector católico integrista que consideraba a las FFAA como custodio de la Nación, sostenida por su fundamento católico.[13]

3. El pueblo de Dios en la espiral de violencia en la Argentina

Otro punto abordado en la obra es el lugar político-religioso del laicado, los sacerdotes y obispos y la vida religiosa en la espiral de violencia en la Argentina. El Concilio Vaticano II planteó un giro en su autocomprensión al indicar que la Iglesia constituye un Pueblo de Dios que en orden a la misión entra en la historia de la humanidad, haciéndose eco de sus alegrías y sus esperanzas, de sus tristezas y angustias, considerando especialmente las de aquellos que son más pobres y sufrientes (LG 9 y GS 1). En Argentina se fueron desarrollando diversas perspectivas, prácticas y grupos antagónicos en relación con las líneas conciliares y su recepción colegiada en la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín. Algunos rechazaron radicalmente las propuestas conciliares; otros asumieron la propuesta conciliar, pero desentendiéndose de los desafíos y perspectivas regionales; por último, otros asumieron la renovación conciliar haciendo suyas las angustias y esperanzas del pueblo. Aunque la tarea de la memoria histórica de las laicas y los laicos comporta un gran desafío, no puede soslayarse. Supone interesarse por este sujeto eclesial y dar cuenta de las formas concretas en que se manifestaron, ya sea por medio de organizaciones y grupos, como de formas espontáneas.[14] En primer lugar, para mejor calibrar la actuación del laicado en el período estudiado es necesario tener en cuenta algunas autocomprensiones de la Iglesia, presentes en Argentina en el inmediato posconcilio. Para caracterizar esa época, Lucio Gera y Guillermo Melgarejo partían de lo que consideraban una contradicción fundamental entre «élite» y «pueblo» en la vida eclesial. Entre las élites distinguían tres líneas no puras sino llenas de matices. La primera sería la línea tradicionalista o conservadora que en sus variantes extremas llegaba al integrismo. La relación Iglesia-Estado la formulan en términos de cristiandad, manifestada en una fuerte unidad entre ambas esferas. El progresismo sería la segunda línea, inspirado en la inmediata renovación teológico-pastoral posconciliar de cuño europeo que influyó en los orígenes del humanismo universitario y de la Democracia Cristiana. En el plano político-económico se inclinaban preferentemente hacia el desarrollismo y la modernización social. Propugnaban la separación entre Iglesia y Estado, y una espiritualidad laical que acentuaba la distinción entre lo temporal y lo religioso, y en algunos casos alejada de compromisos sociales o políticos. El tercer grupo es caracterizado como «catolicismo revolucionario» y de protesta social, primeramente, con influencia del marxismo para luego adoptar posturas de la izquierda nacional. Se adhiere a la distinción entre los temporal y religioso, pero no a la manera de la separación de tipo liberal. Más allá de estos grupos de élite, los autores citados aluden a un «catolicismo popular» que combina su fe católica con una línea nacional que se identifica con el peronismo, operando una purificación de las izquierdas europeizantes, despojándolas de su carácter marxista-elitista. Se reconoce también la existencia de una numerosa clase media católica, predominantemente de corte liberal y vinculada al Partido Radical. En la obra no se aborda una historia del laicado argentino en general, sino que en este segmento los autores se refieren a algunos grupos y personas que desde su perspectiva cristiana se involucraron en alguna forma de violencia, se pronunciaron ante ella o la padecieron. Entre las principales organizaciones laicales, junto a algunas de sus publicaciones e integrantes más notables, pertenecientes orgánica y explícitamente a la Iglesia católica, pueden apuntarse: la Acción Católica Argentina (ACA), que a partir de 1931, siguiendo el modelo italiano se organizó en cuatro ramas (hombres, damas, jóvenes varones y jóvenes mujeres), y luego hacia finales de la década de 1950, inspirándose en los católicos belgas, se crearon varias ramas especializadas: Juventud Estudiantil Católica (JEC), Juventud Universitaria Católica (JUC), Juventud Obrera Católica (JOC). El inicio de vinculaciones a problemáticas que desbordan el ámbito estrictamente intraeclesial provoca enfrentamientos con algunos obispos, y lleva a varios sacerdotes a impulsar la creación de otros grupos laicales fuera ya del marco de la AC tradicional, como el Movimiento Familiar Cristiano y la Acción Misionera Argentina, entre otros. Varias figuras sobresalieron en las filas del laicado católico argentino, a modo de ejemplo: Margarita Moyano Llerena (1929-2003), durante dos períodos presidenta del Consejo Superior de las Jóvenes de AC, presidenta de la Federación Mundial de Juventudes Femeninas Católicas, auditora laica en Concilio Vaticano II, e invitada como experta en juventud a las Conferencias del Episcopado en Medellín y Puebla, fue reconocida por otros sectores eclesiales cuando con el padre Lucio Gera viajó a Rosario en 1969 invitada por el grupo de sacerdotes en conflicto con su obispo, en tiempos del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. La Juventud Estudiantil Católica (JEC) surgida en 1953, tuvo también figuras que asumieron diferentes caminos. Trabajaron junto al padre Carlos Mugica (asesor de la JEC en el Colegio Nacional Buenos Aires), que en el verano de 1963 acompañó a un grupo de estudiantes a la localidad de Alejandra en el norte santafesino (diócesis de Reconquista), luego en 1966 a Tartagal también en el Chaco santafesino, cuando al cerrarse la empresa británica La Forestal trabajadores quedaron en situación de extrema pobreza. Esta vez el grupo estaba integrado, entre otros, por Mario Firmenich, Carlos Ramus, Fernando Abal Medina, Lucía Cullen y Graciela Daleo. Los tres primeros tuvieron un principal protagonismo en la creación y conducción de la organización Montoneros, y en el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu el 1° de junio de 1970. Por su parte, Lucía Cullen que colaboraba con el padre Mugica siendo alumna del colegio católico Mallinckrodt, del barrio de Recoleta (Buenos Aires), continúa su militancia social en la Villa 31 de Retiro, ingresa a la carrera de Servicio Social de la UBA y se integra a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). El 22 de junio de 1976, fue secuestrada, torturada y desaparecida. Ya en 1959 (tres años antes del Concilio Vaticano II), la Juventud Universitaria Católica (JUC) toma un posicionamiento para «crear un tipo de presencia distinta en la universidad» que la distancia de la Acción Católica tradicional, alineándose con movimientos como la Liga Humanista, que provoca el rechazo del Episcopado y el posterior desplazamiento del padre Rafael Tello como asesor nacional. Varios integrantes en particular de la JUC de Bahía Blanca, merecen mención: Eduardo Ricci, María Clara Ciocchini, Ely Frers, Horacio Russin, Néstor Junquera, María Eugenia González, Alberto Paira, todos ellos fueron asesinados y desaparecidos durante la dictadura militar. El «grupo Criterio» que sería originalmente una denominación despectiva que habrían utilizado otras organizaciones de inspiración católica como Guardia de Hierro, tendrá una acción destacada en la redacción de la revista Criterio (fundada en 1928). El padre Jorge Mejía,[15]y la revista Criterio fueron acusados de ser parte del progresismo internacional al formar parte del IDOC-C (Centro de Información y Documentación sobre la Iglesia católica). Según Carlos Saqueri,[16] estaban en conexión con el Partido comunista Polaco, y denostaba a Mejía como integrante del progresismo erudito y por ser miembro del Consejo de Redacción de la revista internacional Concilium fundada por grandes teólogos como Yves Congar, Hans Küng, Johann-Baptist Metz, Karl Rahner y Edward Schillebeeckx. En septiembre de 1976, Mejía recibirá una amenaza de muerte. Es importante recordar aquí en cuanto a la problemática de la violencia, uno de los editoriales más resonantes de la revista que bien puede sintetizar su orientación en uno de los momentos más intensos y trágicos de esos años. Se trata del editorial de enero de 1976 titulado «La guerra y la paz». Fue redactado en gran medida a raíz de la conmoción que supuso el intento de copamiento que el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) efectuó el 23 de diciembre de 1975 sobre el batallón de arsenales del ejército, ubicado en la localidad bonaerense de Monte Chingolo. En el texto se pueden encontrar reseñadas algunas de las consideraciones principales sobre la práctica de la violencia que, en un sentido u otro, se venía esgrimiendo en el país y que se intensificó en los años siguientes. Primeramente, se constata la existencia de una sutil ideología en la que «la vida no cuenta nada y la muerte violenta se convierte en un hecho habitual y aún deseado, particularmente para el enemigo». En el estamento militar la guerrilla es calificada como «subversión apátrida» y como una forma de «delincuencia» criminal, «para no dar la impresión de que se lucha contra un enemigo digno». Ahora bien -prosigue el editorial-, los militares no deben olvidar que la legítima defensa se la debe ejercer con prudencia y moderación, y requiere un atento análisis que no sea exclusivamente militar ni basado en la venganza o la eficiencia. El respeto al ser humano excluye la utilización de la tortura y la propuesta del «exterminio» de la guerrilla o su «limpieza» mediante la ejecución sumaria. Asimismo, se observa que «surgen voces de laicos y clérigos, en medio del fragor del conflicto, que procuran dar de los hechos militares, y en general de la lucha que se libra actualmente, una interpretación teológica». Si ella cabe, lo primero que hay que decir -sostienen los editorialistas- es que «guerra es un mal y específicamente la guerrilla bajo todas sus formas». Y agrega: «la acción de la guerrilla, cobarde y cruel, a pesar de la aparente capacidad de arrojo que demuestra matando indiscriminadamente militares, policías y civiles», se propone crear una situación de caos que haga inevitable la respuesta militar total y alcanzar una «zona liberada», capitalizando cierta forma de simpatías hacia los movimientos de liberación. A la Iglesia «concluye el editorial» no le toca presidir ni inspirar ningún movimiento de fuerza. Esto no significa que la Iglesia no tenga nada que decir en lo que se refiere a los valores de la paz y la vida humana, y sobre los cambios que se deben realizar ante «el desorden y el desquicio totales de la vida argentina», pues mal estaría liquidar la guerrilla si se dejaran subsistir las causas que conducen a la «quemante injusticia organizada».[17] En 1970, el Episcopado Argentino iluminó la situación de violencia en sus diversas manifestaciones expresando que ella generaba nuevas injusticias que se suman a las que quiere superar. Y convocó a los diferentes actores de la sociedad a realizar los cambios necesarios que reclaman las diversas formas de injusticia con gestos concretos.[18] (Error 10: La referencia debe estar ligada) (Error 11: El tipo de referencia es un elemento obligatorio) (Error 12: No existe una URL relacionada)

En este marco político tuvieron especial participación los sacerdotes. El vínculo entre sacerdocio y política puede hoy resultar extraño, pero en realidad los sacerdotes vienen actuando en política en Argentina desde la resistencia a las invasiones inglesas. Siempre que en el país se plantearon discusiones sociales y políticas hubo sacerdotes participando. Es difícil separar la actuación pública del clero argentino en el siglo XX sin decir al menos una palabra de la desorganización eclesial que siguió a los movimientos de Independencia y organización nacional. Debe recordarse que la mayoría del Episcopado se opuso -o al menos perturbó- a los movimientos emancipadores, por cuanto eran fieles defensores del Rey que los había postulado para el cargo episcopal. Los presbíteros tanto seculares como religiosos, en muchos casos de origen criollo, constituyeron un auténtico nervio motor de las Independencias. La comprensión del rol de los sacerdotes en el período estudiado en esta obra, depende en gran medida del conocimiento que se tenga de las dos décadas anteriores, en dos temas de relevancia histórica: la cuestión obrera y el conflicto del peronismo con la jerarquía eclesiástica. El primer punto fue bien evaluado por el obispo Enrique Angelelli cuando señala: «debemos confesar humildemente que hemos estado alejados de la clase obrera; no hemos penetrado en el corazón de la misma; no hemos estado presentes como Iglesia en sus momentos tristes, duros y de posibilidades para una promoción auténtica». En efecto, la Iglesia no se constituyó en el movimiento obrero, sino a su lado paralelamente, y allí parece haber estado la causa de su insuficiencia. La crisis que la Juventud Obrera Católica (JOC) acarrearía en la década de 1950 y que llevaría a su disolución en 1958, se expresa en la dificultad de alcanzar por el camino de formación intelectual a jóvenes influyentes en la vida sindical y política, enraizados en las fábricas y en sus ambientes naturales de vida y trabajo. Faltó en esto un apoyo real de la jerarquía eclesiástica. La mayoría de los obispos en aquella época no lograron asimilar la naturaleza de la JOC -movimiento eclesial y movimiento obrero- y su forma de evangelizar. En esta distancia y lejanía eclesial de las clases populares se vislumbra el origen principal de los fenómenos de actuación sacerdotal en la movilización política argentina. Es importante notar que encontramos entre los numerosos asesores de la JOC, a figuras sacerdotales de marcado protagonismo en la época 1966-1983, que tomarán posiciones históricas profundamente diversificadas. Entre otros mencionamos a los presbíteros Julio Meinvielle, Rodolfo Bufano, Lucio Gera, Rafael Tello, Héctor Mandrioni, Estanislao Karlic, Enrique Angelelli y Eduardo Pironio. Una parte significativa de esta diversificación debe buscarse en la toma de posición histórica que significó para la Iglesia la interacción con el movimiento peronista y la reelaboración tanto teórica como existencial que los sacerdotes hicieron del conflicto entre Perón y la Iglesia. Este proceso llevó a la creación de grupos que diversifican los modos de ejercer el sacerdocio, hasta entonces centralizado en parroquias y capellanías. Algunos presbíteros con carga pastoral inician la renovación en ámbitos como la liturgia, predicación, pastoral de los sacramentos y, posteriormente, catequesis. Desde diversos frentes el clero se torna inquieto y en búsqueda, desarrollando un espíritu creativo orientando líneas de renovación y de presencia en la problemática social. Esto lleva también a que cobren cuerpo actitudes mutuas de prevención, desconfianza, freno o tolerancia, entre obispos y presbíteros. Mientras algunos miembros del Episcopado prefieren un clero pasivo y carente de creatividad, surgen grupos de sacerdotes más dinámicos que crecen y se organizan, surgiendo así equipos sacerdotales en Mendoza, Córdoba, Corrientes, Reconquista, Santa Fe, Morón, Tucumán, San Juan, Buenos Aires, Rosario, etc. Luego del Manifiesto de los obispos del Tercer Mundo (fines de 1967), se organiza la adhesión de los presbíteros al mismo tiempo, naciendo de este modo el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), que si bien, en su momento culmen, congrega a 524 presbíteros adheridos -el 9% del clero total del país- su importancia es notable desde el punto de vista cualitativo y generacional. En reiteradas ocasiones, grupos de presbíteros, los MSTM especialmente, hacen oír su voz antes que el Episcopado, en declaraciones, manifestaciones y denuncias proféticas, llegando a tomar iniciativas en el ámbito latinoamericano. Es un tiempo en que las relaciones entre los presbíteros entran en colisión y endurecimiento debido a las diferentes posturas ideológicas.[19] Aunque el MSTM tendrá lentamente su disolución en 1973, el compromiso de muchos sacerdotes con los pobres marginados y su presencia y acción en las villas, los encontrará «insertos» cuando el 24 de marzo se produzca el golpe militar. No es extraño que el compromiso con los pobres, en la lectura de las FFAA fuera signo de pertenencia ideológica al marxismo o grupos de izquierda, ideas que los militares recibieron de ciertos sectores de la cúpula jerárquica, especialmente de los obispos que integraron en ese período (1959-1983) el vicariato castrense: Caggiano, Tortolo, Medina y Bonamín.[20] Durante la dictadura militar, donde hubo miles de desaparecidos, miles de ejecuciones extrajudiciales y cientos de centros clandestinos de detención, donde se torturaba a los detenidos, fueron el saldo trágico de un plan sistemático para la denominada eliminación de la subversión. También aquí son abundantes las consecuencias para la movilización sacerdotal que alcanza a un grupo considerable de presbíteros detenidos, amenazados, exiliados e incluso muertos y desaparecidos. En este momento trágico, Argentina se vio fracturada en su entramado social, y también eclesial. La mayoría de los miembros de las FFAA que tomaron el poder eran católicos, al igual que una buena parte de la guerrilla que ellas declaraban combatir. En esos años, encontramos influjo sacerdotal en ambos sectores, tanto en el apoyo institucional al golpe militar y la presencia sacerdotal a través del vicariato castrense, cuanto en la clara ascendencia católica de Montoneros. Para comprender el giro operado en la autocomprensión del sacerdocio es necesario comprender el clima de época de los años 60 y 70, descripto por Lucio Gera como de confluencia de varias fuerzas, principalmente dos diferentes que se mezclan en cada diócesis: una es la renovación religiosa que viene del Concilio, y otra es la lucha de curas por una sociedad justa en el plano político.[21] Una breve reseña sobre el episcopado argentino que entre los años 1975-1984, se debate entre unidad, colegialidad y diversidad, puede completar este punto. Casi cuarenta años después del último gobierno de facto, en la CEA se reunieron testimonios de los obispos sobre el episcopado que actuó en aquella época. A partir de los textos reunidos, los responsables de la tarea identificaron cuatro grupos de obispos. En el primero, se ubicaron a los obispos con voz y gestos proféticos (Novak, Angelelli, Hesayne, De Nevares, Zaspe, Ponce de León, Brasca y Pironio). En el segundo grupo, a aquellos obispos muy comprometidos en la vida cotidiana a favor de los perseguidos (Gottau, Marengo, Raspanti y Laguna). El tercer grupo lo reservaron para los obispos que creían en la honestidad de la jerarquía militar y que de algún modo apoyaron la dictadura (Tortolo, Bonamín, Medina, Plaza y Sansierra). Por último, agruparon a los obispos que buscaron la solución desde el diálogo con los militares sin poner signos proféticos visibles (Primatesta y Aramburu).[22] (Error 10: La referencia debe estar ligada) (Error 11: El tipo de referencia es un elemento obligatorio) (Error 12: No existe una URL relacionada) (Error 13: La referencia debe estar ligada) (Error 14: El tipo de referencia es un elemento obligatorio) (Error 15: No existe una URL relacionada)

4. El Episcopado Argentino durante el Terrorismo de Estado según la voz de los Archivos

La enorme producción bibliográfica que en las últimas décadas ha abordado el tema de la dictadura militar, coincide en poner al Episcopado Argentino en el ojo del análisis. Un estudio riguroso a la luz de los archivos eclesiásticos que permanecían vedados a los investigadores, ha sido largamente esperado. Este es uno de los grandes aportes de la obra, poder acceder a la actuación de la Conferencia Episcopal Argentina, la Nunciatura Apostólica y la Santa Sede, sobre su conocimiento y actuación en los sucesos más trágicos que registra la historia de nuestro país. En particular se busca reconocer cuál fue la conducta y qué papel desempeñaron, en relación con el gobierno y la denuncia e intervención en favor de las víctimas en especial de los detenidos y desaparecidos. Un recorrido cronológico y consecutivo facilita un acercamiento integral del ciclo 1976-1983, que el segundo tomo de la obra expresa en el tercer subtítulo: «El terror, el drama y las culpas». El primer período, «el terror», transcurre desde el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 hasta el 15 de diciembre de 1977, poco después de los secuestros de la Iglesia de la Santa Cruz. Durante estos casi dos años, el gobierno instaló un Estado de terror y avanzó de forma inconmovible en su plan cobrándose la mayor parte de las víctimas de los siete años de represión. El golpe de Estado, el «temor» al marxismo, el aumento de la violencia, los desaparecidos, la inquietante información sobre las violaciones de los derechos humanos y la realidad de la responsabilidad del gobierno en estos crímenes pusieron a la Iglesia jerárquica frente al desafío de definir su actitud y sus acciones.[23] Varios temas jalonan esta etapa en una lenta y creciente autoconciencia de la situación por parte de la CEA y de la Nunciatura Apostólica, que tendrá algunas pocas luces y grandes sombras. Los autores/as de este tomo desde un amplio abanico de temas y documentación desclasificada, intentan responder a algunas preguntas formuladas desde una clara y rigurosa metodología, a sabiendas de la complejidad histórica del tema que supone siempre un límite al trabajo, a la vez que un estímulo a continuar la investigación e interpretación de los datos. Algunos de los principales interrogantes que permanecen en el claroscuro de las más variadas interpretaciones son formulados: ¿cuál fue la percepción de la violencia en la Argentina que tuvieron estas instituciones de la Iglesia? ¿Puede establecerse, a partir de la documentación estudiada, algún posicionamiento o actitud de la jerarquía de la Iglesia en relación con el golpe de Estado y el denominado Procesos de Reorganización Nacional? ¿Confiaron los obispos argentinos y la Santa Sede en que el régimen militar podría restablecer la paz? ¿Por qué la Iglesia temía al marxismo? ¿Qué conocimiento se tuvo inicialmente respecto de las violaciones de los derechos humanos y qué actitud se tomó al respecto? ¿Por qué el gobierno de las Fuerzas Armadas buscó el amparo de la Iglesia Católica? ¿Por qué razones se optó por seguir determinados caminos y descartar otros en las relaciones gobierno y la jerarquía de la Iglesia? ¿Cuáles fueron las actitudes y acciones de las instituciones de la Iglesia respecto a los derechos humanos durante el terrorismo de Estado? ¿Qué cursos de acción emprendieron la CEA y la Santa Sede? ¿Cuáles fueron sus ritmos? ¿Cómo evolucionó la percepción de la gravedad de la violación de los derechos humanos por parte de las instituciones de la Iglesia y de qué manera esta comprensión pudo haber hecho variar actitudes y cursos de acción? ¿Qué postura se asumió respecto de las víctimas? ¿Por qué algunos obispos actuaron con mayor libertad personal en favor de los derechos humanos, pero sin incidir suficientemente en el cuerpo episcopal de la CEA? ¿Por qué prevaleció una imagen deficitaria de la acción del Episcopado Argentino?

El segundo período, «el drama» comienza el 15 de diciembre de 1977 y se extiende hasta fines de 1981. Durante estos casi cuatro años las violaciones de los derechos humanos cometidos por el gobierno argentino -en particular los desaparecidos- quedaron al descubierto a nivel local e internacional. La evidencia pública y manifiesta de los crímenes del Estado interpeló a la Iglesia en su actitud frente al Gobierno. La necesidad de que el gobierno diera a conocer las listas de «desaparecidos» y asumiera su responsabilidad al respecto, emergía como una cuestión central del período reclamada desde múltiples sectores de la sociedad.

El tercer período, «las culpas», se extiende desde inicios de 1982 hasta la asunción de Raúl Alfonsín como presidente constitucional el 10 diciembre de 1983. Durante estos dos años, frente a la incontestable y trágica realidad de los crímenes cometidos por el gobierno argentino, el foco estaba puesto en el tema de la transición hacia la democracia, la necesidad de encontrar un camino de diálogo entre los diversos actores, la propuesta de reconciliación y el ineludible momento de enfrentarse a las culpas del pasado. La Iglesia jerárquica, protagonista activa en los períodos previos, no era ajena al debate y a las negociaciones en relación con la revisión del pasado y la búsqueda de una salida democrática. En los tres períodos analizados en el segundo tomo de la obra desde la documentación de los archivos, la investigación recae no sobre las actuaciones individuales de cada uno de los obispos en sus diócesis o el análisis de su actitud personal frente a la situación política argentina o al terrorismo de Estado en curso, sino que la referencia constante a «los obispos» o «los obispos argentinos» o «el Episcopado», hace alusión exclusivamente al cuerpo colegiado de los obispos en las diversas instancias que conformaron la CEA: la Asamblea Plenaria, la Comisión Permanente, la Comisión Ejecutiva, el Secretariado y la Presidencia de la CEA, la Comisión de Enlace y algunos equipos episcopales.[24]

5. Un posible itinerario de lectura

La magnitud de la obra puede intimidar a lectores/as, de allí que un compendio de textos seleccionados sirve de ayuda y estímulo para abrirse camino en ella. A continuación, mencionamos algunos testimonios, temas y documentos, con sus correspondientes citas: Testimonios sobre la dictadura militar: Monseñor Miguel E. Hesayne,[25] y Virginio Bressanelli.[26] Tres testimonios en diferentes épocas sobre la ʺrevolución purificadoraʺ: Mignone, Giaquinta, O’Malley.[27] La vida consagrada entre la persecución, el compromiso y el martirio.[28] Los sacerdotes entre la pastoral y la política.[29] El asesinato de Enrique Angelelli.[30] La vigilancia del Estado en la pastoral de la Iglesia.[31] La participación del gobierno en las desapariciones de las religiosas francesas Duquet y Domon.[32] Los capellanes castrenses: 1975-1983.[33]Encuentros y desencuentros entre Eduardo Pironio y Emilio Mignone.[34] Videla confiesa ante Pío Laghi.[35] Los obispos frente al pedido de las Madres de Plaza de Mayo.[36] Las Madres manifiestan al Papa su crítica al Episcopado Argentino.[37] El obispo De Nevares y los niños desaparecidos.[38] El clamor de las víctimas.[39]

Conscientes de que también otros textos pudieron ser escogidos, consideramos que esta lista es representativa del contenido, estilo y tono de la obra, a la que auguramos para las próximas décadas una inteligente recepción a todos los niveles, tanto del conocimiento, la enseñanza, la pastoral, como la inquebrantable búsqueda de reconciliación social, que no puede darse sin la búsqueda de la verdad que hace libres.

Reflexiones finales

Si es cierto que la obra representa un aporte sustantivo en el tema desarrollado, es justo señalar que el camino ha sido abierto con anterioridad por estudios provenientes tanto de la academia como del periodismo de investigación, más o menos cercanos con la Iglesia institucional. En este sentido, la obra da cuenta de apertura a múltiples fuentes bibliográficas con legítimas opciones selectivas. La historia y la verdad de los hechos acontecidos, necesitan para una correcta aproximación, conocimiento e interpretación, de pluralidad de voces y registros, por ello, las ciencias historiográficas y teológicas consideran que ninguna fuente es desdeñable. La memoria se construye por la interacción de personas y comunidades que comparten recuerdos e interpretaciones.[40] Pero aún con sus méritos, queda sin embargo para los investigadores, un conjunto de cuestiones que requieren poder ser valoradas y profundizadas de cara al futuro. Solo haremos mención de uno de los indudables aportes de la obra, que merece una mayor toma de conciencia. Al interior de la Iglesia católica argentina, el tema de los archivos eclesiásticos es todavía una deuda pendiente; a modo de ejemplo, basta señalar que sólo cuatro archivos diocesanos son citados en la obra, sumado el del vicariato castrense. Cabe preguntarse si muchas de las figuras episcopales que aparecen destacadas en la obra, permiten ser investigadas «hoy» en los archivos de las diócesis a las que pertenecieron: Córdoba, La Plata, Paraná, Rosario, Santa Fe, Tucumán pueden ser buenos indicadores, en cuanto han sido sedes de obispos que jugaron un papel clave en época de la dictadura militar. El investigador especializado pertenezca o no a la élite de la academia, posee una «responsabilidad» frente a la verdad que busca, que no puede ser escamoteada por el blindaje institucional o la simple desorganización documental que impide como escusa el acceso a determinados fondos. Ejemplos no le faltan a quien ha trabajado casi veinte años en un archivo eclesiástico y transitado la carrera archivística, en contacto y diálogo con responsables de archivos civiles. El «clamor de las víctimas» no sólo se ha escuchado desde los archivos de la Nunciatura, Conferencia Episcopal Argentina o Secretaría de Estado, sino que sigue clamando en muchas diócesis a lo largo y ancho de nuestra patria. La obra, que ha significado una toma de postura y decisión de política eclesial al más alto nivel, debería tener también un significado de ejemplaridad y réplica en las iglesias locales.

El valor pastoral de los archivos ha sido ampliamente reconocido por la Iglesia universal, es de esperar que en los próximos años nuevos estudios vean la luz desde la documentación conservado en ellos. La «verdad que hace libres» puede devolver a la sociedad argentina algo de la tan vapuleada credibilidad eclesial en lo que ella tiene como institución de competencia y responsabilidad pública.

Material suplementario
Bibliografía
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Albelda, Ricardo. «Orígenes, ascenso y caída del ʺprimer peronismoʺ: desde la ʺRepública imposibleʺ (1930-1943) hasta la ʺRevolución Libertadoraʺ (1955). En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 194-195; 206-207; 233-235; 237-238; 240-241.
Albelda, Ricardo. «El Terrorismo de Estado (1976-1983)». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 244-245; 250.
Bacher Martínez, Carolina. «Laicas y laicos en la trama sociopolítica Argentina. Algunas organizaciones, publicaciones y figuras significativas». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 390.
Bressanelli, Virginio. «Testimonio del padre obispo emérito de Neuquén, Virginio Bressanelli scj, acerca de la dictadura militar (1976-1983)». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 791-801.
Durán, Juan, Liberti, Luis, Pastrone, Pablo y Tavelli, Federico. «El asesinato encubierto del obispo de La Rioja Enrique Angelelli». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 116-124.
Elordi, Irene, Liberti, Luis, Morad, Guadalupe y Ripaldi, Federico. «El clamor de las víctimas a la Nunciatura Apostólica: 3115 casos». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 732-760.
Forcat, Fabricio y Giudice Hernán. «Los sacerdotes, la pastoral y la política. Mirada global en una época convulsionada». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 426-431; 445; 448; 451; 485-493; 457.
Forcat, Fabricio y Giudice Hernán. «La tesis de la Iglesia clandestina». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 480-484.
Forcat, Fabricio y Giudice Hernán. «Caminos y opciones en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 518-522.
Galli, Carlos. «La historia de la Iglesia entre teología e historia». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 43; 80-81.
Galli, Carlos. «Historia: del acontecimiento a la interpretación». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 158.
Galli, Carlos. «Progresión circular entre razón teológica y razón histórica». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 101-102; 110-111; 128.
Grande, Antonio. «La argentina promueve el Concilio Vaticano II en medio de tensiones políticas y sociales». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 333.
Hesayne, Miguel E. (Monseñor). «Si he hablado es porque espero que se pida perdón, no digo por complicidad, no creo que haya sido complicidad, pero sí debilidad». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 729-753.
Liberti, Luis y Tavelli, Federico. «Movimiento Ecuménico por los Derechos humanos (1976)». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 872-877; 902-910.
Liberti, Luis y Tavelli, Federico. «Introducción general». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 23.
Liberti, Luis y Tavelli, Federico. «La participación del gobierno en las desapariciones de las religiosas francesas Duquet y Domon. La Secretaría de Estado pide al Nuncio Apostólico ʺuna intervención apremianteʺ». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 209-218.
Liberti, Luis y Tavelli, Federico. «La amistad y los desencuentros entre el cardenal Eduardo Pironio y Emilio Mignone». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 334-339.
Liberti, Luis y Tavelli, Federico. «Videla confiesa ante Pío Laghi ʺlos secretos de Estadoʺ sobre los desaparecidos». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 453-457.
Liberti, Luis y Tavelli, Federico. «La 42. reunión de la Asamblea Plenaria. Mientras se elaboran ʺIglesia y Comunidad Nacionalʺ, los obispos vacilan frente al pedido de las Madres de Plaza de Mayo de ser recibidas en la reunión: ʺ¿Qué debemos hacer, recibirlas o no recibirlas?ʺ». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 526-527.
Liberti, Luis y Tavelli, Federico. «Las Madres manifiestan al Papa su crítica al Episcopado Argentino: ʺLa falta de acción y ayuda decidida de la Iglesia es motivo de gran desilusiónʺ». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 545-548.
Liberti, Luis y Tavelli, Federico. «El obispo De Nevares introduce el tema de los niños desaparecidos en la agenda de los obispos». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 548-550.
Mealla, Eloy y Bacher Martínez, Carolina. «La vida laical en el posconcilio y en los procesos de violencia». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1, Buenos Aires: Planeta, 2023, 352; 354-356; 358-361; 378-379.
Morad, Guadalupe. «El Episcopado argentino. Entre unidad, colegialidad y diversidad (1975-1984)». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 837.
Morad, Guadalupe y Salvia Ernesto. «La formación espiritual de las Fuerzas Armadas. El vicariato castrense, una jurisdicción». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 231-273.
Morad, Guadalupe y Salvia Ernesto. «Los capellanes castrenses: entre el acompañamiento y asistencia a militares y detenidos y las violaciones a los derechos humanos (1975-1983)». En Carlos Galli, Juan G. Durán, Luis Liberti y Federico Tavelli, La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2, Buenos Aires: Planeta, 2023, 274-284.
Notas
Notas
[1] C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli (Eds), La verdad los hará Libres. La Iglesia católica en la Espiral de violencia en la Argentina 1966-1983, Tomo 1. (Planeta: Buenos Aires, 2023, 958 pp.); La verdad los hará Libres. La Conferencia Episcopal Argentina y la Santa Sede frente al Terrorismo de Estado 1976-1983, Tomo 2. (Planeta: Buenos Aires, 2023, 847 pp.). En adelante citamos: La verdad los hará Libres, y tomo (t. 1/2).
[2] Esta reflexión se da en el marco de la apertura de los archivos de la CEA, alentados por declaración de la 104° Asamblea Plenaria, que manifestaba el compromiso del entero cuerpo episcopal a promover un estudio más completo de esos acontecimientos, cf. Conferencia Episcopal Argentina, Carta al pueblo de Dios de la 104° Asamblea Plenaria, La fe en Jesucristo nos mueve a la verdad, la justicia y la paz, 9 de noviembre de 2012 (t. 1 22 [nota 1])
[3] Los textos de la obra que utilizamos libremente en párrafos como ideas, son citados en nota al pie con las correspondientes referencias a autores/as, indicando títulos de los capítulos, temas o subtemas con sus respectivas páginas.
[4] Prefacio de la Comisión Ejecutiva de la CEA, en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F, Tavelli, La verdad los hará Libres t.1 22.
[5] Las vivencias y percepciones personales de algunos obispos se ordenan en tres testimonios: Casaretto, Hesayne y Giaquinta (obispos durante la época) y otros diez testimonios de obispos de distintas generaciones, que rememoran sus vivencias, como seminaristas o sacerdotes en aquel tiempo de oscuridad.
[6] El tercer tomo que aparecerá posiblemente antes de fin de año, tiene como subtítulo: Interpretaciones sobre la implicación de la Iglesia católica en los procesos y fenómenos de violencia.
[7] Esta «dimensión» de la lectura queda bien expresada por Luis Liberti y Federico Tavelli en el prefacio del segundo tomo: «[…] este trabajo ha sido diferente a cualquier otro que hayamos hecho previamente. Más allá de la tarea rigurosa y prolongada de la búsqueda y estudio de los documentos, su confrontación, relación e interpretación histórica, esta investigación ha sido también para nosotros un doloroso encuentro con los rostros concretos y sufrientes de las víctimas» (t.2 21).
[8] Es en este punto y como complemento a ésta afirmación, donde hay que señalar que la obra también se abre al testimonio de otras iglesias cristianas, particularmente al tratar del «Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos», Cf. Luis Liberti-Federico Tavelli, «Movimiento Ecuménico por los Derechos humanos (1976)» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres t.1 872-877; 902-910.
[9] Cf. Carlos Galli, «La historia de la Iglesia entre teología e historia» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 43, 80-81.
[10] Cf. Carlos Galli, «Progresión circular entre razón teológica y razón histórica» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 101-102; 110-111; 128; 8.
[11] Cf. Ricardo Albelda, «Del peronismo y antiperonismo al Terrorismo de Estado» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 193.
[12] En la fotografía de tapa de los dos tomos puede verse al Obispo vicario castrense, Adolfo Tortolo, el capellán mayor del Ejército José M. Menestrina y otros capellanes que llegan en helicóptero al paraje Negro Potrero, Provincia de Tucumán, en el contexto del «Operativo Independencia» en septiembre de 1976. Visitan la cruz construida por el Ejército en homenaje al subteniente Rodolfo Hernán Berdina caído en un enfrentamiento con el ERP.
[13] Cf. Ricardo Albelda, «Orígenes, ascenso y caída del ʺprimer peronismoʺ: desde la ʺRepública imposibleʺ (1930-1943) hasta la ʺRevolución Libertadoraʺ (1955)», en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 194-195; 206-207; 233-235; 237-238; 240-241; Ibid., «El Terrorismo de Estado (1976-1983)», en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 244-245; 250.
[14] Cf. Carolina Bacher Martínez, «Laicas y laicos en la trama sociopolítica Argentina. Algunas organizaciones, publicaciones y figuras significativas» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 390.
[15] Sacerdote, periodista y perito en el Concilio Vaticano II, fue ordenado obispo en 1986 y creado cardenal por Juan Pablo II en 2001. En su servicio a la Santa Sede desempeñó los cargos de Archivista del Archivo Secreto Vaticano y Bibliotecario de la Biblioteca Apostólica. Falleció en Roma en 2014 a los 91 años.
[16] Carlos Saqueri, discípulo del padre Julio Meinvielle, fue un filósofo argentino, conferencista internacional, exponente del Tomismo, defensor del anticomunismo. Asesinado en 1974, frente a su familia por el grupo guerrillero (ERP). En su obra más conocida La Iglesia clandestina, (Buenos Aires, Ediciones Cruzamante, 19702), publicada en 1969 como una «crónica teológica», realiza una devastadora crítica tanto del IDOC-C como del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, Cf. Fabricio Forcat- Hernán Giudice, «La tesis de la Iglesia clandestina» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 480-484).
[17] Cf. Eloy Mealla, Bacher Martínez, «La vida laical en el posconcilio y en los procesos de violencia» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 352; 354-356; 358-361; 378-379.
[18] Cf. Antonio Grande, «La Iglesia argentina promueve el Concilio Vaticano II en medio de tensiones políticas y sociales» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 333.
[19] Cf. Fabricio Forcat, Hernán Giudice, «Caminos y opciones en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 518-522.
[20] Cf. Guadalupe Morad, Ernesto Salvia, «La formación espiritual de las Fuerzas Armadas. El Vicariato Castrense, una jurisdicción eclesiástica singular» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 231-273.
[21] Cf. Fabricio Forcat y Hernán Giudice, «Los sacerdotes, la pastoral y la política. Mirada global de una época convulsionada» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 426-431; 445; 448; 451; 485-493; 457.
[22] Cf. Guadalupe Morad, «El episcopado argentino. Entre unidad, colegialidad y diversidad (1975-1984)» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 837.
[23] Cf. Luis Liberti, Federico Tavelli, «Introducción general» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 23.
[24] Ibid., t.2 24-25.
[25] Cf. Monseñor Miguel Hesayne, «Si he hablado es porque espero que se pida perdón, no digo por complicidad, no creo que haya sido complicidad, pero sí debilidad para mí» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 729-755.
[26] Cf. «Testimonio del padre Obispo emérito de Neuquén, Virginio Bressanelli scj, acerca de la dictadura militar (1976-1983)» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 791-801.
[27] Cf. Carlos Galli, «La apología de la revolución purificadora» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1
[28] Cf. Josefina Llach, Zulema Ramírez, María Laura Rogers, Soledad Urrestarazu, Marcos Vanzini, «Persecución, martirio y compromiso en la vida consagrada» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 578-633.
[29] Cf. Fabricio Forcat, Hernán Giudice, «Pasiones sacerdotales entre la pastoral y la política» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 550-570.
[30] Cf. Juan G. Durán, Luis O. Liberti, Pablo Pastrone, Federico Tavelli, «El asesinato encubierto del obispo de La Rioja Enrique Angelelli» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 116-124.
[31] Cf. Luis Liberti, Federico Tavelli, «La vigilancia del Estado en la pastoral de la Iglesia» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 138-153.
[32] Cf. Luis Liberti, Federico Tavelli, «La participación del gobierno en las desapariciones de las religiosas francesas Duquet y Domon. La Secretaría de Estado pide al Nuncio Apostólico ʺuna intervención más apremianteʺ» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, Federico Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 209-218.
[33] Cf. Guadalupe Morad, Ernesto Salvia, «Los capellanes castrenses: entre el acompañamiento y asistencia a militares y detenidos y las violaciones a los derechos humanos (1975-1983)» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 274-284.
[34] Cf. Luis Liberti, Federico Tavelli, «La amistad y los desencuentros entre el cardenal Eduardo Pironio y Emilio Mignone» en C. Galli, J. Durán, Luis Liberti, Federico Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 334-339.
[35] Cf. Luis Liberti, Federico Tavelli, «Videla confiesa ante Pío Laghi ʺlos secretos de Estadoʺ sobre los desaparecidos» en C. Galli, J. Durán, Luis Liberti, Federico Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 453-457.
[36] Cf. Luis Liberti, Federico Tavelli, «La 42a reunión de la Asamblea Plenaria. Mientras se elaboran ʺIglesia y Comunidad Nacionalʺ, los obispos vacilan frente al pedido de las Madres de Plaza de Mayo de ser recibidas en la reunión: ʺ¿Qué debemos hacer, recibirlas o no recibirlas?ʺ» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 526-527.
[37] Cf. Luis Liberti, Federico Tavelli, «Las Madres manifiestan al Papa su crítica al Episcopado Argentino: ʺLa falta de acción y ayuda decidida de la Iglesia es motivo de gran desilusiónʺ» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 545-548.
[38] Cf. Luis Liberti, Federico Tavelli, «El obispo De Nevares introduce el tema de los niños desaparecidos en la agenda de los obispos» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 548-550.
[39] Cf. Irene Elordi, Luis Liberti, Guadalupe Morad, Federico Ripaldi, «El clamor de las víctimas a la Nunciatura Apostólica: 3115 casos» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.2 732-760.
[40] Cf. Carlos Galli, «Historia: del acontecimiento a la interpretación» en C. Galli, J. Durán, L. Liberti, F. Tavelli, La verdad los hará Libres, t.1 58.
Notas de autor
Profesor adjunto e investigador de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina.
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